Hacía ya mucho tiempo que Piotr Kropotkin solía caminar por el bosque. Hoy, a diferencia de otras ocasiones, no vino a buscar qué cazar. No. Solo buscaba un paseo relajado, esta vez solo quería buscar algo de inspiración para su próxima canción. No era un buen cantante, pero si disfrutaba muchísimo componiendo algunas melodías con su balalaika. Lo poco que sabía de música lo aprendió de un polvoriento libro que encontró en el desván de su casa, ese libro, aunque él no lo supiera, fue uno de los responsables de que Piotr estuviera aquí. Sin aquel mohoso volumen de música para novatos su padre jamás habría podido conquistar a su madre durante aquella tarde de verano cerca del río Pregolya.