¿En qué momento se me pudo haber ocurrido salir de casa?. La locura había estallado en la ciudad. Pero tras una semana alimentándome de todas las formas posibles que puede adoptar la cebolla y la zarzaparrilla como sustento en la cocina, decidí salir a por víveres. Las calles estaban completamente rebosantes de fogatas hechas para refugiar del frío, la gente corría por las calles, y la acera estaba repleta de cadáveres pudriéndose en el suelo. Era mejor evitar el contacto visual. Seguí andando hasta llegar al centro comercial.
"Mal día para proclamar la anarquía" pensé.
Las luces de neón que aún estaban encendidas en aquel psicótico lugar llenaban la estancia de un color morado. El suelo estaba encharcado en sangre. Mi cara estaba manchada. ¿Los héroes? fueron blanco fácil ¿Los villanos? comenzaron una cacería. Encontraba fiambres de todo tipo, de toda clase, de cualquier raza o sexo, aquí los chiflados no hacían ascos a ninguna buena pieza que llevarse como trofeo.
Me escondí y alejándome del ruido oí un tiro. Debía buscar comida rápido para poder salir de ahí. De pronto empecé a escuchar unos gritos:
- Justo en el ojo, ¡treinta puntos! -Dijo una voz enloquecida llena de alegría- Por fin voy ganándote, hijo de puta.
- Llevamos aquí dos días y no deja de venir gente, esto es un sueño hecho realidad ¿Recuerdas cuando dijiste que tener todo ese arsenal de armas en el garaje para cuando llegase un apocalipsis zombie era mala idea? ¡Comete tus palabras, desgraciado! -Empezó a gritar la segunda voz.
Escondido, empecé a preguntarme si sabían distinguir entre realidad y ficción. Intuí que no. Y era mejor no comprobarlo de primera mano. Entonces, me di cuenta de la macabra genialidad que había dado lugar, el único lugar con víveres disponibles fue ocupado por caballeros sedientos de una buena caza. Todos necesitaban víveres, entonces, ¿Por qué no jugar con aquellos que entrasen a por alguna lata?
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