domingo, 30 de noviembre de 2014

Sueños de azabache.

Seis años había pasado criogenizado en aquel gélido cubículo al que entré por plena voluntad. Atrás quedó mi pasado, aunque bueno... no me quedó otra opción. Era hora de volver a la realidad, y la criogenización me había pasado factura, no podía moverme con soltura. Tomé un tentempié en forma de insípida barrita energética espacial en el compartimento principal de la nave, que dejaba mucho que desear. Engullí con gran dificultad aquel alimento con sabor a plástico roñoso acompañado de un dulce brebaje hecho entre otras cosas de mi orina.

Difícilmente me podía erguir de pié pues mis piernas seguían totalmente heladas. Perdí la noción del tiempo pero no la del espacio. Me acerqué apático a la pantalla de grafeno que estaba perfectamente pegada en el techo de la nave como si se tratase de una gigantesca pegatina. Una vez allí desactivé la gravedad artificial, me relaje, y dejé a mi cuerpo flotar en el vacío, permití a mi mente desconectar un minuto antes de esa esperada videollamada a Marte. La pantalla se encendió alumbrando toda la estancia.

- ¿Ian? ¿Nos tienes? -Dijo la voz de McKellen, el máximo dirigente de la estación espacial encargada de mi misión.- ¿Nos escuchas? ¿Ian?.
-Aquí Ian, todo va en orden -Dije sin demasiada prisa y con un tono de desdén impresionante- ¿A ocurrido algo por Marte en estos seis años? -Pregunté con renovada curiosidad.
-Bueno, Ian, ya sabes, aquí la situación difícilmente puede ser inestable. Recuerda que en nuestra colonia no vivimos más de quince mil genios coordinados en armonía. Estos seis años transcurrieron con grata normalidad -Dijo McKellen con un tono bastante sobrio-. ¿Recuerdas tu misión?.
-A la perfección -Dije con un tono casi militar.
-Entonces continúe, Ian. Que tenga un buen día.

Cuando puse mi huella en el pequeño hueco previsto, apareció una señal en pantalla. En aquel instante, la nave entró en la órbita del satélite más helado de Júpiter. Al fin llegué a Ganímedes. La nave aterrizó sin ninguna dificultad en la superficie de hielo. Me preparé para ponerme mi traje y salí a la superficie ayudado por el exoesqueleto que me ofrecía la escafandra. Nada más bajar, me quedé impactado. Estaba ante uno de los paisajes más maravillosos que jamás nadie pudo haber imaginado. Todo lo que podía ver estaba hecho de hielo, veía Júpiter en el cielo en todo su esplendor. Todas las estrellas brillaban con su máxima potencia. Lo que vi... fue una visión fantástica. Nunca podríais imaginar esto... Pero ¿Qué diablos es esto? ¡Es espectacular! Les vi a ellos. ¿Quienes eran? Eso fui a comprobar. Recibimos hace diez años una señal proveniente de Ganímedes, y aquí me hallaba, como representante de la raza humana.


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