No debía decirlo, pero él quería, no era algo normal. Aunque quizás para él sí lo fuera. Vivía una confusión constante, una intriga, una duda existencial que le reconcomía hora tras hora. No soñaba con nada más, no sentía apego por algo que no fuera aquello que aún no tenía. Sentía un vacío constante, no notaba más que una caída infinitesimal hacia el vacío. Se sentía tentado a decírlo, quería gritarlo a los cuatro vientos, pero no debía. No. Él sabía bien que aún no. No era el momento.
"Tú" Era el único pensamiento que cruzaba la mente de Tobias en aquellos días, no podía concentrarse en nada más. Pero no debía caer. "Nadie debe saberlo" Se decía Tobías en forma de mantra, como si fuese un disco rayado. Pero ¡Sorpresa! ¡Tobías guardaba un as bajo la manga, una idea genial!: Si se veía forzado a hablar aún podía hacer lo que mejor sabía hacer, huir. No había nada que se le diese mejor.
Puede que estuviera tentado a confesar su misterio, un secreto tan grande, que ni él mismo podría haber expresado con palabras. Ni diez mil páginas podrían expresar qué era aquello que Tobías estaba tentado a decir. Era algo tan complejo, que ni el mismísimo joven podía decirlo. Se encontraba mareado, cansado de tanta travesía, quizás era la hora de su merecido descanso. Quizás, nunca nadie deba interponerse en su camino. Mas ¿Quién podría juzgarle por ello?
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