miércoles, 18 de marzo de 2015

Pequeña ave dorada ¡Píame!

Me quedé a solas, limpiando como de costumbre, no era algo que me agradara, pero alguien tenía que hacerlo. Era una tarea solitaria, pero necesaria para todos. Fue una noche extraña. Para nada común. ¿Inesperada? Podría decirse que si. El interior de la carpa brillaba con total explendor, los focos me cegaban, las luces lilas y turquesas emitían unos destellos espectaculares. 




¿En el exterior? Llovía entre los árboles. Era una de esas terribles lluvias que jamás dejan de cesar, esas que son contínuas y duran días sin descanso. Los goterones resonaron en la cubierta de la carpa. ¿Y yo quién soy yo? Nada más que un pícaro trabajador del circo "Älskar". Un trapecista secundario que también se encarga de acomodar a los visitantes. Mis compañeros y yo venimos de muy lejos, del norte, pero nuestro corazón ardía tanto como el de los sureños. Estaba teniendo una noche tranquila, pero tenía una pequeña corazonada, sabía que hoy vendría. Ella, el ave más inocente con el que jamás nadie habría podido soñar. La criatura que más me odiaba, el ser al que más quería.

Entonces, en medio de la lluvia, apareció.
-¿Te has visto? -Dijo el trapecista al inocente pollito.- Estás empapada, déjame secarte. Permíteme limpiar tus plumas. ¡Olvida tus problemas y disfruta de "Älskar", el lugar donde podrás descansar de una vez por todas!
-¿Quien eres tú para hablarme así? -Dijo el ave, que tras sacudirse las plumas para secarse tras la lluvia empezó a gritar enérgicamente- Vengo aquí para recuperar lo que es mío, lo que me quitaste ¿Qué quieres de mi? ¡Déjame salir! Jamás me podrás encerrar aquí ¡Desaparece!
-Eres libre de marcharte en el momento que quieras - Le dije calmadamente al encantador pajarito. Había empezado a agitar las alitas de un modo arítmico y bastante gracioso, lo último que transmitía era furia. Aun así, seguía con el rostro descompuesto - Has sido tú quien ha entrado a mi circo ¿Recuerdas?

Entonces fue cuando sonó un chasquido inesperado. Algo empezó a arder bajo la carpa. Todo empezó a chisporotear como si se hubiesen encendido miles de cohetes y petardos al mismo tiempo. Un estruendo maravilloso. Seguido de una calma insólita. Reaccioné, supe cumplir y volver a la calma. Entonces me agaché, con toda la dulzura de la que era capaz, y miré de rodillas a los dulces ojos del ave. Esa criaturita tenía los ojos llenos de lagrimas, jamás había pensado que todo esto podría ocurrir. Me armé de fuerza y pude decirle lo que siempre había querido.
-¿Por qué estás así? ¡Asciende! -Le dije subiendo el tono- Sube a lo más alto, destroza las estrellas -Las lagrimas empezaron a correr por mis mejillas sin vuelta atrás- ¡Mírate! Cree en ti, se que brillarás, lo tienes en los ojos. Eres poesía, lo tienes en tus plumas. Eres arte, lo tienes en tu pico. Eres magia, está en tu corazón. Pollito, mírame, deja de llorar ¡Libérame de estas cadenas o déjame volar a tu lado!


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