Con todo lo que tiene que hacer, con todo lo que quiere ver -Me dijo mi mayordomo nada más ver como caía en la cama tras un día agotador, él se preocupaba muchísimo por mi aunque yo no quisiera prestarle tanta atención-. Despierte, deje los sueños en su mente y luche por lograr sus metas. No deje que otro le cuente lo que pudo haber sido -Me decía, empezando a alterarse a medida que iba incendiando su verborrea, él sabía lo que decía, pero parecía que estuviera desquiciado-. Lo que uno debe hacer no está muy alejado de lo que quiere. No permanezca inmóvil, ingrávido, en un cobertizo de cartón que a la primera que llueve se desmorona. Usted decide ahora quien quiere ser, abra los ojos.
Y los abrí, nada más que para ver un rostro torturado, unos ojos de alguien que se arrepentía de no haber vivido como habría querido. De no haber respirado lo suficiente.
Entonces la calavera que tenía en la mesa de noche, atemorizante y fantasmagórica, comenzó a hincharse de sangre. De venas. Músculos. Tendones. Piel. Más piel y pelo.
Y los abrí, nada más que para ver un rostro torturado, unos ojos de alguien que se arrepentía de no haber vivido como habría querido. De no haber respirado lo suficiente.
Entonces la calavera que tenía en la mesa de noche, atemorizante y fantasmagórica, comenzó a hincharse de sangre. De venas. Músculos. Tendones. Piel. Más piel y pelo.
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